viernes, 18 de julio de 2008

Los atardeceres


I

No se me ha olvidado que traigo el abrigo al revés.

Que la noche tiene un color oscuro de ternura
y que debo más de lo que tengo.
Es por eso que te observo cuando llega la tarde,
cuando caen del cielo las nubes y los amantes.

Y viene el recuerdo de negrura,
esa ropa vieja que tiene tanto miedo,
ese abrigo de luto que toma el tren en esta tarde.

Es que amo tanto los atardeceres,
que cuando me buscan no me encuentran
y pareciera que vuelo perdiendo mi cordura.
Es que en medio de la tarde el sol mira mi pobreza
y me desnuda con el sabor melancólico de lluvia.

Pero ella es una lluvia tan distinta,
Ella me ata y me desarma como nadie,
tan invisible y tan real como ninguna.



II


No se me ha olvidado que traigo el abrigo al revés.
Que la noche tiene un color oscuro de ternura
y que debo más de lo que tengo.

Es la tarde el dulce manjar de una princesa,
el viaje perfecto de los ojos tan ajenos.

El arcó iris se vuelve de la cabeza a los pies,
como un crepúsculo que pide a gritos un minuto
en el éxtasis de la escena del amor.

En la tarde todo nace y se revive,
los recuerdos te duelen como lanza,
y la lagrima no es ajena en tu luto.

Son así los atardeceres,
como un sueño que se mira,
como un viaje que se pronuncia,
como un recuerdo que duele.
"Carol Su"
Foto: Ladi